«Contar historias a los niños es una de las más poderosas maneras de expresar el amor que se siente por ellos. Los niños no sólo oyen la historia, también sienten que alguien se las está contando. Este hecho es importante, porque uno de los frutos de esa magia fue siempre el amor y la gratitud que los niños sienten por esos seres que les hechizan (…) Desaparecen las personas, se borra incluso el recuerdo de su rostro, y sin embargo no se apaga nunca el fuego cordial de esa voz que sigue arrullando los sueños, que sigue avivando la imaginación, que sigue despertando en nosotros una inagotable simpatía por lo humano.»
«Esa voz cálida y personal que en tiempos antiguos, o sea, en la primera edad de todos los seres humanos, era el rumor mismo de la imaginación.»
(William Ospina «EL PLACER QUE NO TIENE FIN»)