Ponencia Por Ernesto García Posada – Fundador

1. Planteamiento del problema

Desde el principio de nuestro proyecto educativo hemos postulado que el Gimnasio Internacional de Medellín es una propuesta ética alrededor de la consigna clásica FELICITAS – HUMANITAS – LIBERTAS. Y la experiencia acumulada hasta el momento demuestra que este postulado es mucho más exigente que el de la educación convencional que gira alrededor del éxito, el aprendizaje y la adaptación.

La felicidad es un asunto mucho más complejo que el éxito porque no puede apoyarse en la cómoda certeza de los objetivos previamente establecidos sino que empieza por el desafío de darle sentido a la vida diaria a partir de preguntas abiertas y sin solución preestablecida. Cabe recordar aquí el principio que hemos acuñado en el GIM en el sentido de que lo opuesto de la felicidad es el tedio, el vacío de sentido.

De igual manera, el desarrollo consecuente de la dignidad y la potencialidad humana de cada individuo dentro de la comunidad (que es el profundo contenido de la HUMANITAS), es mucho más dificultoso que el simple logro de los aprendizajes convencionales y la adquisición de las “competencias” que hoy día se imponen desde las esferas del poder constituido. La dignidad y la potencialidad intrínsecamente humana desborda de lejos la simple reproducción operativa de la existencia, es decir, la simple aplicación de conocimientos y procedimientos técnicos aprendidos; abarca la fantasía, las ilusiones, los sueños, las creencias y demás motivaciones que impulsan la creatividad y la proliferación de la vida más allá del consumo y la funcionalidad orgánica.

En fin, la libertad que pregonamos en el GIM no se limita al estrecho –estrechísimo– marco de la simple y rutinaria “elección” entre las opciones que el mercado o el poder constituido ofrecen a los individuos para su realización. Nuestra libertad reclama el derecho irrestricto de crear, inventar y adoptar los fines, las opciones de cada individuo en función de los ideales y principios que lo definen en cada circunstancia de su vida.

A partir de estas definiciones de principio, nuestra ética libertaria ha avanzado hacia la definición de una serie de virtudes del espíritu gimnasiano que constituyen, desde luego, el contenido concreto y criterio de calificación de nuestro programa de formación ética y en valores humanos. Así mismo, se han determinado y puesto en práctica un conjunto orgánico de principios metodológicos de la ética gimnasiana dentro de los cuales deben actuar todos los docentes y los jefes de colectivo, encargados concretos de la conducción y resultados de dicho programa.
El presente escrito se propone puntualizar aquellas virtudes y metodología de la ética gimnasiana a fin de capitalizar la experiencia acumulada en el proceso fundacional y afianzar más radicalmente nuestra ideología institucional en los responsables directos de su gestión y promoción: Consejo de Maestros, Consejo de Jefes y Consejo de Padres de Familia.

2. Las virtudes del espíritu gimnasiano

El concepto de virtud abarca un extenso campo semántico que va desde la simple y neutral capacidad de las cosas para producir ciertos y determinados efectos, como por ejemplo la virtud calmante de una determinada medicina, hasta la más restrictiva y elaborada predisposición del espíritu humano para actuar rectamente, es decir, de acuerdo con los valores morales que se predican. En nuestro caso, queremos entender el concepto de virtud de acuerdo con la sexta acepción que trae el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, que a la letra dice: “Hábito y disposición del alma para las acciones conformes a la ley moral y que se ordenan a la bienaventuranza.” En nuestros términos, hemos dicho que virtud es el hábito de elegir siempre el bien.
La virtud, en general, se compone de un elenco de virtudes concretas y particulares que se desprenden de la moralidad reinante en cada comunidad humana. Desde esta perspectiva hay que subrayar que las virtudes no se encuentran dadas en la constitución psicológica del sujeto, y mucho menos en su constitución genética. Son ellas arduas configuraciones de la personalidad que el sujeto va decantando como resultado de su inserción más o menos voluntaria dentro de la moralidad efectiva que rige la vida en su comunidad de pertenencia. Por esta misma razón, las virtudes van evolucionando de acuerdo con el crecimiento del individuo y con la ampliación y diversificación de las comunidades cuyo seno habrá de realizar su destino vital.

2.1. La solidaridad

En el Gimnasio Internacional de Medellín todos los individuos están obligados a contribuir con su esfuerzo personal e indeclinable al feliz desenvolvimiento y crecimiento de la comunidad escolar a la que pertenecen. La solidaridad gimnasiana es, pues, el hábito y permanente disposición del alma de cada uno para ordenar sus impulsos, intereses y conductas en función de la realización del bien común.
La solidaridad implica, ante todo, la formación de una fina sensibilidad psicológica y moral para sintonizar las tendencias, contradicciones y evolución del bien común en cada circunstancia concreta del colegio. Y el desarrollo de una férrea voluntad para poner los legítimos intereses personales al servicio de la comunidad.
La solidaridad se construye en oposición al vicio del egoísmo, que consiste en la tendencia del alma a poner el interés particular como principio universal y superior de toda relación con el otro y, desde luego, con la comunidad. Hay dos clase de egoísmo: el primitivo que proviene de la incapacidad de percibir o sintonizar la existencia de un bien común concreto, más allá de la transacción y lucha de los intereses individuales. Y está también el egoísmo prepotente que comprende y reconoce la existencia de un bien común independiente de la confluencia de individuos pero reclama el derecho de subordinarlos a sus propios intereses cuando sobrevenga cualquier oposición.
Cabe advertir que la virtud de la solidaridad no tiene nada que ver con una virtud menor que puede llamarse “compasión” y consiste en el hábito y disposición de ayudar a los débiles y necesitados.

2.2. La responsabilidad

En el Gimnasio Internacional de Medellín consideramos que todo individuo se debe al designio superior e inescrutable que la Vida ha puesto en cada uno a través de sus padres, en primer lugar, así como de los fundadores y personeros de las comunidades de pertenencia que lo acogen y sostienen en cada momento de su existencia y, en última instancia, a los requerimiento de la dignidad humana en cada circunstancia histórica. La responsabilidad gimnasiana consiste, entonces, en el hábito y disposición del alma de cada uno para atender y conducirse a sí mismo hacia el cumplimiento de los deberes que provienen de su condición humana.
La responsabilidad se educa mediante el desarrollo de una vigorosa conciencia de sí mismo y del mundo que le permitirá al individuo dilucidar el sentido (origen y destino) de los acontecimientos y reconocer en medio de los cotidianos avatares de la existencia la tenue y elusiva línea de diferenciación entre lo correcto –aquello que lo llevará más seguramente a la realización de sus aspiraciones– y lo inmediatamente placentero, que desvía al sujeto de sus fines para encadenarlo al vaivén de las circunstancias.
La responsabilidad se forma en lucha con el vicio de la inconsciencia, es decir, la tendencia a negar la existencia de cualquier sentido más allá de los impulsos espontáneos de cada momento reduciendo la actuación del sujeto a la simple reacción a los estímulos.

2.3. La autonomía

Ningún individuo ni comunidad existen por fuera de una estructura normativa más o menos explícita que impone obligaciones determinadas y otorga ciertas posibilidades de acción dentro de los cuales cada cual actúa según su conveniencia y capacidades. Aunque la estructura normativa no es un dato absoluto, ella es anterior y trascendente al sujeto particular. En general, nadie está conforme con las obligaciones que se le han impuesto ni con los derechos que se le han otorgado; cada uno tiende a buscar la evasión o la reducción de sus obligaciones al mismo tiempo que a lograr una expansión de sus derechos. La autonomía gimnasiana consiste en el hábito y disposición del alma de cada uno para reconocer e imponerse a sí mismo las obligaciones propias de la convivencia y ejercer sin limitaciones el goce consecuente de los derechos y oportunidades que el Gimnasio otorga a sus individuos.
La autonomía se forma mediante el ejercicio constante del dominio de sí mismo y la participación inclaudicable en la formación, control y evaluación de las normas de convivencia de la comunidad. Nadie puede asumir una obligación que no reconoce como propia y conveniente ni disfrutar plenamente de un derecho que depende de la concesión de otros.
La educación de la autonomía debe superar el vicio de la heteronomía que consiste en cumplir las obligaciones solamente cuando y en la medida en que alguien con poder suficiente las impone. Y por otra parte, la autonomía tiene que enfrentarse a la debilidad de carácter que consiste en la incapacidad del sujeto para reconocer cualquier obligación.

2.4. La productividad

La vida humana se desarrolla por la interminable dialéctica entre la pulsión que empuja hacia el placer y la realidad que limita y determina las posibilidades efectivas de placer.  La ciega y primitiva pulsión da paso al deseo y los afectos, mientras que la realidad provee los medios y las reglas que conducen hacia el cumplimiento de los deseos y la realización de los afectos. El cumplimiento de los deseos y la realización de los afectos pasa siempre por la transformación activa del mundo que a cada uno le toca vivir. La productividad gimnasiana consiste en el hábito y la disposición del alma de cada uno para trazarse metas apropiadas a sus deseos y afectos y luchar sin desmayo hasta verlas convertidas en realidades efectivas.
La educación de la productividad es el resultado de un ejercicio constante de confrontación sistemática de los deseos más recónditos y el cultivo de poderosos afectos positivos que den lugar a la formulación de proyectos personales que orienten la acción y canalicen la energía en función de objetivos y metas concretas en cada instancia de la vida.
La educación de la productividad debe superar el vicio de la indolencia que consiste en renunciar a los deseos y a los afectos porque no se dispone de la energía suficiente para esforzarse hasta la consecución de las metas.

3. Principios metodológicos de la ética gimnasiana

Hemos dicho que el método de enseñanza es una parte inseparable de la personalidad de cada maestro (y, por extensión, de cada jefe y cada padre de familia) por lo cual es una vana pretensión querer definir un método único y omnipotente para el logro de los objetivos educacionales. Sin embargo, en la medida en que la enseñanza no es ni puede ser una práctica privada de los educadores, no sólo es posible sino absolutamente indispensable que cada uno desarrolle sus métodos de trabajo bajo la prescripción de ciertos principios metodológicos que cada institución desarrolla de acuerdo con los objetivos que se propone, los principios que defiende y la experiencia objetiva que va acumulando en su proceso real.  Se trata de un ejercicio de re-conocimiento y racionalización de sí mismo a la luz de la experiencia y las creencias de la comunidad profesional a la que pertenece en cada momento.
En nuestro caso, los principios metodológicos del programa de formación ética y en valores humanos han sido tomados directamente de la Pedagogía de Mandos formulada por A. Makarenko. Por otra parte, esa metodología makarenkiana ha sido releída y adaptada por la Pedagogía del Sujeto cuyo primer principio sirve de fundamento a toda la metodología del Gimnasio Internacional de Medellín y, por supuesto, al programa de ética.

3.1. El maestro es modelo de identificación de sus alumnos.

3.2. No concebimos a nuestro educando como material de amaestramiento, sino como miembro de nuestra sociedad, elemento activo, creador de valores sociales.

3.3. Consideramos objeto de nuestra educación a la colectividad en su conjunto, y a ella dirigimos la influencia pedagógica organizada. En este caso estamos seguros de que la forma de trabajo más real respecto de la personalidad consiste en el mantenimiento del individuo en la colectividad de manera que él mismo considere su estancia voluntaria, hecha por deseo propio y, segundo, que la colectividad admita a dicho individuo de buen agrado.

3.4. La colectividad es educadora de la personalidad. En la práctica, por ejemplo, una mala acción no debería ir seguida inmediatamente de la reacción del pedagogo adelantándose a la colectividad sino que él puede influir sobre un determinado individuo en tanto que miembro de la colectividad.

3.5. El verdadero estímulo de la vida humana es el mañana dichoso. En la técnica pedagógica, esa alegría de mañana constituye uno de los objetos más importantes del trabajo. Debe empezarse por organizar la propia alegría, hacerla aflorar a la vida y presentarla como una realidad. Después hay que transformar incesantemente tipos más sencillos de alegría en otros más complejos y de mayor importancia humana. En todo caso existe una línea interesante: desde la satisfacción primitiva más simple hasta el más profundo sentimiento del deber.